El Ministerio de Curación

Capítulo 30

Elección y Arreglo del Hogar

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El Evangelio simplifica maravillosamente los problemas de la vida. Las instrucciones que da, bien aprovechadas, resolverían muchas perplejidades y nos guardarían de muchos yerros. Nos enseña a estimar las cosas en su verdadero valor, y a dedicar nuestro mayor esfuerzo a las cosas de mayor mérito, que son las que han de durar. Necesitan esta lección aquellos sobre quienes recae la responsabilidad de elegir morada. No deberían dejarse apartar del fin superior. Recuerden que el hogar terrenal ha de ser una preparación para el celestial, del cual es símbolo. La vida es una escuela práctica, de la que padres e hijos han de salir graduados para ingresar en la escuela superior de las mansiones de Dios. Sea éste el propósito que dirija la elección del punto en que se piensa fundar el hogar. No hay que dejarse llevar por el deseo de riquezas, ni por las exigencias de la moda, ni por las costumbres de la sociedad. Téngase antes presente lo que más favorezca la sencillez, la pureza, la salud y el verdadero mérito.

En el mundo entero, las ciudades se vuelven semilleros del vicio. Por doquiera se ve y se oye el mal. En todas partes se encuentran incentivos a la sensualidad y a la disipación. La marea de la corrupción y del crimen sube de continuo. Cada día se registran actos de violencia: robos, asesinatos, suicidios y crímenes indecibles.

La vida en las ciudades es falsa y artificial. La intensa pasión por el dinero, el torbellino y el afán de los placeres, la fiebre de la ostentación, el lujo y la prodigalidad son otras tantas fuerzas que impiden a la mayoría de la humanidad que cumpla el verdadero fin de la vida.

Abren la puerta a una infinidad de males y ejercen sobre la juventud un poder casi irresistible.

Una de las tentaciones más sutiles y peligrosas que asaltan a los niños y a los jóvenes en las ciudades es el afán de placeres. Muchos son los días de fiesta; los juegos y las carreras de caballos arrastran a miles, y el torbellino de las excitaciones y del placer los distraen de los austeros deberes de la vida. El dinero que debiera ahorrarse para mejores fines se desperdicia en diversiones.

Debido a la actuación de compañías monopolizadoras y a los resultados de las confederaciones obreras y las huelgas, las condiciones de la vida en las ciudades se hacen cada vez más difíciles. Graves disturbios nos aguardan, y muchas familias se verán en la necesidad de abandonar la ciudad.

El ambiente físico de las ciudades es muchas veces un peligro para la salud. La exposición constante al contagio, el aire viciado, el agua impura, el alimento adulterado, las viviendas obscuras, malsanas, y atestadas de seres humanos, son algunos de los muchos males con que se tropieza a cada paso.

No era el propósito de Dios que los hombres vivieran hacinados en las ciudades, confinados promiscuamente en estrechos alojamientos. Al principio Dios puso a nuestros primeros padres entre las bellezas naturales en medio de las cuales quisiera que nos deleitásemos hoy. Cuanto mejor armonicemos con el plan original de Dios, más fácil nos será asegurar la salud del cuerpo, de la mente y del alma.

La vivienda costosa, el mobiliario primoroso, el boato, el lujo y la holgura no suministran las condiciones indispensables para una vida feliz y provechosa. Jesús vino a esta tierra para realizar la obra más importante que haya sido jamás efectuada entre los hombres. Vino como embajador de Dios para enseñarnos cómo vivir para obtener los mejores resultados de la vida. ¿Cuáles fueron las condiciones escogidas por el Padre infinito para su hijo? Un hogar apartado en los collados de Galilea; una familia mantenida por el trabajo honrado y digno; una vida sencilla; la lucha diaria con las dificultades y penurias; la abnegación, la economía y el servicio paciente y alegre; las horas de estudio junto a su madre, con el rollo abierto de las Escrituras; la tranquilidad de la aurora o del crepúsculo en el verdeante valle; las santas actividades de la naturaleza; el estudio de la creación y la providencia, así como la comunión del alma con Dios: tales fueron las condiciones y las oportunidades que hubo en los primeros años de la vida de Jesús.

Tal fue el caso también para la gran mayoría de los hombres mejores y más nobles de todas las edades. Leed la historia de Abrahán, de Jacob y de José, de Moisés, de David y de Eliseo. Estudiad la vida de los hombres que en tiempos posteriores desempeñaron cargos de confianza y responsabilidad, de los hombres cuya influencia fue de las más eficaces para la regeneración del mundo.

¡Cuántos de estos hombres se criaron en humildes hogares del campo! Poco supieron de lujos. No malgastaron su juventud en diversiones. Muchos de ellos tuvieron que luchar con la pobreza y las dificultades. Muy jóvenes aún aprendieron a trabajar, y su vida activa al aire libre dio vigor y elasticidad a todas sus facultades. Obligados a depender de sus propios recursos, aprendieron a luchar con las dificultades y a vencer los obstáculos, con lo que adquirieron valor y perseverancia. Aprendieron a tener confianza en sí mismos y dominio propio. Apartados en gran medida de las malas compañías, se contentaban con placeres naturales y buenas compañías. Sus gustos eran sencillos, y templados sus hábitos. Se dejaban dirigir por principios, y crecían puros, fuertes y veraces. Al ser llamados a efectuar la obra principal de su vida, pusieron en juego vigor físico y mental, buen ánimo, capacidad para idear y ejecutar planes, firmeza para resistir al mal, y todo esto hizo de ellos verdaderas potencias para el bien en el mundo.

Mejor que cualquier herencia de riquezas que podáis dejar a vuestros hijos será la dádiva de un cuerpo vigoroso, una mente sana y un carácter noble. Quienes comprendan lo que constituye el verdadero éxito de la vida serán sabios a tiempo. Al establecer un hogar recordarán las mejores cosas de la vida.

En vez de vivir donde sólo pueden verse las obras de los hombres y donde lo que se ve y se oye sugiere a menudo malos pensamientos, donde el alboroto y la confusión producen cansancio e inquietud, id a vivir donde podáis contemplar las obras de Dios. Hallad la paz del espíritu en la belleza, quietud y solaz de la naturaleza. Descanse vuestra vista en los campos verdes, las arboledas y los collados. Mirad hacia arriba, al firmamento azul que el polvo y el humo de las ciudades no obscurecieron, y respirad el aire vigorizador del cielo. Id adonde, lejos de las distracciones y disipaciones de la vida de la ciudad, podáis dar vuestro compañerismo a vuestros hijos y enseñarles a conocer a Dios por medio de sus obras y prepararlos para una vida de integridad y utilidad.

La sencillez en el mobiliario

Nuestros hábitos artificiales nos privan de muchas bendiciones y de muchos goces, y nos inhabilitan para llevar la vida más útil. Los muebles complicados y costosos son un despilfarro no sólo de dinero, sino de algo mil veces más precioso. Imponen una carga de cuidados, labores y perplejidades.

¿Cuáles son las condiciones de la vida en muchos hogares, aun donde los recursos son escasos y el trabajo doméstico recae principalmente en la madre? Los mejores cuartos están amueblados en forma que supera los recursos de los ocupantes, y resultan inadecuados para la comodidad y el solaz. Vense en ellos costosas alfombras, muebles primorosos y delicadamente tapizados, y hermosas cortinas. Mesas, repisas y todo espacio aprovechable, están atestados de adornos, y las paredes recargadas con cuadros, hasta ofrecer todo ello un espectáculo fatigoso. ¡Y cuánto trabajo cuesta conservarlo todo en buen orden y limpio de polvo! Ese trabajo y los hábitos artificiales que la moda impone a la familia atan a la dueña de casa a una tarea inacabable.

En muchos hogares la esposa y madre no tiene tiempo para leer a fin de mantenerse bien informada ni tiene tiempo para ser la compañera de su esposo ni para seguir de cerca el desarrollo intelectual de sus hijos. No hay tiempo ni lugar para que el querido Salvador sea su compañero íntimo. Poco a poco ella se convierte en una simple esclava de la casa, cuyas fuerzas, tiempo e interés son absorbidos por las cosas que perecen con el uso. Muy tarde despierta para hallarse casi extraña en su propia casa. Las oportunidades que una vez tuvo para influir en sus amados y elevarlos a una vida superior pasaron y no volverán jamás.

Resuelvan los fundadores del hogar que vivirán conforme a un plan más sabio. Sea su fin primordial hacer agradable el hogar. Asegúrense los medios para aligerar el trabajo, favorecer la salud y proveer comodidad. Hagan planes que les permitan agasajar a los huéspedes a quienes Cristo nos ordenó que diéramos acogida, y de los cuales dijo: "En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos pequeñitos, a mí lo hicisteis." (S. Mateo 25:40.)

Amueblad vuestra casa sencillamente, con cosas que resistan al uso, que puedan limpiarse sin mucho trabajo y renovarse sin gran costo. Ejercitando vuestro gusto, podéis hacer atractivo un hogar sencillo si en él reinan el amor y el contentamiento.

Hermoso medio ambiente

A Dios le agrada lo bello. Revistió de hermosura la tierra y los cielos, y con gozo paternal se complace en ver a sus hijos deleitarse en las cosas que hizo. Quiere que rodeemos nuestro hogar con la belleza de las cosas naturales.

Casi todos los que viven en el campo, por muy pobres que sean, pueden tener alrededor de sus casas algo de césped, algunos árboles que den sombra, algunos arbustos lozanos y flores olorosas. Esto contribuirá a la felicidad del hogar mucho más que cualquier adorno artificial. Introducirá en la vida del hogar una influencia suavizadora y purificadora, que fortalecerá el amor a la naturaleza y atraerá a los miembros de la familia más cerca unos de otros y más cerca de Dios.